Aranda de Duero

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viernes, 7 de mayo de 2010

COSTUMBRES Y TRADICIONES BÚLGARAS (MONTES RÓDOPES)



Los pueblos que se han posado en las pendientes onduladas de la porción sudoccidental de los montes Ródopes atraen no sólo a los etnógrafos sino también a los admiradores del folclor de Bulgaria
Algunos de estos pueblecitos están acurrucados en lo alto y más recóndito de la montaña y ni siquiera figuran en el mapa de carreteras de Bulgaria. En cambio, el viajero que llega por casualidad a ellos se siente como descubridor de un mundo perdido hace mucho.
A veces a uno le basta desviarse muy poco de las rutas habituales y los senderos turísticos bien trillados para sumergirse en otra realidad, paralela a nuestra actualidad. Este es el caso de la porción sudoeste de los montes Ródopes, surcado por el cristalino río Mesta y sus afluentes.
La vida en los pueblecitos de aquí corre con su propio ritmo, que se atrasa en más de un siglo al nuestro. Por las polvorientas callejuelas ribeteadas por casuchas de tejados de tejas del siglo XIX, van mujeres con las cabezas cubiertas de pañuelos. De vez en cuando se oye el rechinar de las ruedas de una carreta tirada por un burro.
Son un espectáculo habitual los hombres vestidos de negro reunidos en la plaza del pueblo que toman lánguidamente el sol y hablan de política, también lánguidamente.
La mezquita, con el minarete como una flecha que da al cielo, forma parte inalienable del paisaje de esta parte de los montes Ródopes donde la mayoría de la población es búlgara pero musulmana. Bueno, al lado se eleva el campanario de la iglesia cristiana de la misma aldea.
El secular intercambio cultural entre las dos comunidades: los musulmanes, los más, y los cristianos, los menos en esta región, ha originado un folclor y tradiciones mezclados y sumamente interesantes. Cuando hay una fiesta, sea musulmana o cristiana, la celebran todos los vecinos, no importa a qué religión pertenecen.



Una novia «vestida» a la tradicional usanza. Abajo, las mujeres mayores preparan a una doncella para el casamiento.

Si uno pasa por alguna de estas aldeas en invierno, con toda probabilidad verá un espectáculo poco usual. Para la población musulmana, es la temporada de las bodas, que hoy se celebran igual a como se celebraban hace más de un siglo.
La gente de por acá es hospitalaria, se alegra de que haya llegado un forastero, aunque fuera un visitante casual, y muy a menudo lo invita a unirse a la fiesta.
En Ribnovo, por ejemplo, uno puede asistir a una boda de búlgaros musulmanes celebrada muy por lo alto de acuerdo con las costumbres ancestrales. Dura cinco días y a ella está invitado todo el pueblo, porque prácticamente todos sus vecinos tienen lazos de parentesco entre sí.
Es muy interesante la preparación de la novia para las nupcias. Se le cubre el rostro de un disfraz, cosa inusitada para estas latitudes europeas, y ello es para preservar a la joven de “malos ojos”.
La máscara consiste en una gruesa capa de crema sobre la cual se pegan lentejuelas brillantes, y se cubre de una fina malla de pequeñas guirnaldas. Para los turistas son motivo de gran atracción las ferias y la celebración de las fiestas religiosas cristianas y musulmanas.
Existen muchas tradiciones desconocidas y conservadas hasta hoy, porque esta zona es relativamente cerrada, afirma la etnóloga Albena Georgieva, de la Academia de Ciencias de Bulgaria, que lleva muchos años explorando los pueblos locales. Hasta hace poco, el valle del río Mesta no se comunicaba mucho con otras zonas. Además, no hay cerca una estación ferroviaria, de modo que a estas aldeas se puede acceder sólo en autobús o en coche. La propia población no es muy móvil, lo cual conduce a un modo de vida bastante cerrado. Sin embargo, ésta es una importante ventaja a la hora de conservar las tradiciones. Por lo cual aquí se pueden descubrir todavía ritos arcaicos, sean religiosos o laicos, que no se dan en ninguna otra parte de Bulgaria. Son exóticos no sólo para los turistas extranjeros sino también para nosotros los búlgaros, porque nos resultan absolutamente desconocidos.
Hace poco, abría puertas en la aldea de Garmen un Taller de Desarrollo de las Tradiciones, con una exposición permanente de artesanías de maestros locales. A demanda de los turistas, en este taller se presentan también reconstrucciones de ritos y costumbres del monte Ródope relacionados con las bodas musulmanas y cristianas, con la celebración del Día de San Jorge, 6 de mayo, con la construcción de una casa nueva, etc.
En el pasado, el pueblito de Dabnitsa se preciaba de tener los mejores maestros de la zona que elaboraban a mano bombos. Hoy, este oficio ya no se practica, pero en el pueblo se ha abierto un Taller de Recuperación de los Oficios Ancestrales, en el que se fabrican a mano no sólo bombos, sino también panderetas, hebillas para los cintos de las mujeres y un largo etcétera. Los turistas pueden apreciar in situ la habilidad de los maestros artesanos. Uno de ellos es Todor Dakov, quien dice:
La gente cuenta que antaño, al oír la voz del bombo, la gente bajaba de lo alto del monte y se reunía en la plaza del pueblo porque sabía que este sonido precedía al pregonero que iba a anunciar alguna noticia importante. Luego, con la llegada de la electricidad, las noticias las daba el altoparlante en el centro del pueblo. Pero hoy, la costumbre ancestral de lo del bombo se ha recuperado. No es que no tengamos electricidad, pero a bombo es más romántico.